Arte urbano en la plaza de España, obra de Rafa González Ruiz.
El pasado mes de marzo del año 2020, el estado de alarma y confinamiento declarado por motivo de la Covid-19 dio inicio a una nueva forma de vida, al tiempo que visibilizó la fragilidad humana, y puso en entredicho el control personal sobre el presente y futuro al enfrentarnos a un acontecimiento histórico de una magnitud desbordante e impredecible.
Surgieron entonces nuevos encuentros y formas de contacto, de trabajo, de relacionarnos. Los balcones y ventanas fueron, sin olvidar al personal sanitario y de distintos sectores que mantuvieron servicios activos, protagonistas indiscutibles del momento; se convirtieron en halos de luz al exterior que reflejaron lo que hasta entonces había formado parte de la intimidad y realidad de cada hogar mostrando la igualdad de la condición humana, y al mismo tiempo las desigualdades existentes en nuestra sociedad.
En aquellos momentos, desde el área de cultura del Ayuntamiento, se había comenzado a trabajar en pro del arte urbano; y se barajaba la idea de potenciar las posibilidades de una de las plazas más céntricas de la ciudad -la plaza de España- con la elaboración de un mural trampantojo que simulase una fachada integrada en el entorno. Para ello, se escogió a un artista plástico afincado en la localidad desde hace décadas: Rafa González Ruiz.
No obstante, el confinamiento como hecho histórico y el protagonismo de los balcones supuso modificar el planteamiento y optar por un homenaje y recuerdo a dicha situación histórica. Se decidió aunar el arte urbano, cada vez más extendido, con el homenaje y recuerdo de un hecho histórico.
En ese sentido, visto el magnífico resultado, Rafa González Ruiz, ha demostrado ser un experto en trampantojos, en realismo y efectos ópticos pictóricos, y superado con creces las expectativas desde el momento en que presentó el primer boceto.
El mural, sito en la plaza de España, está realizado con pintura acrílica, y tiene unas dimensiones de 11 metros de alto por 9 metros de ancho. Se estructura como una fachada de una casa popular, con siete vanos -cuatro en forma de balcones con balaustradas y tres en forma de ventana- y tejado de teja.
En los mencionados vanos es donde se encuentra el significado de la obra y su relación con el confinamiento provocado por el Covid-19. De forma sutil y en calma, el artista sitúa siete figuras humanas, reforzadas con dos figuras de animales, que representan algunos estereotipos y realidades, de las muchas que hubo, de asimilar y vivir la mencionada situación.
El hilo conductor y lectura de la obra, por tanto, lo otorgan los distintos tiempos, personalidades y edades plasmadas en la misma; las cuales reflejan distintos estados de ánimo, actitudes y situaciones en las que toda persona puede verse reflejada desde abajo, encontrándose, reconociéndose y reflexionando sobre lo que un día vivió de forma particular y colectiva; y que, en definitiva, es muestra de la vulnerabilidad humana.
La escena del balcón primero-derecha muestra a dos niños que juegan y llaman la atención de dos gatos callejeros con una caña de pescar improvisada y un pez de juguete reconocido como Nemo. Ello hace alusión a la vida y ganas de vivir, a la inocencia, a la esperanza de que se volverá a la normalidad y el curso de la vida continuará; también a la necesidad de contacto con el exterior, con la vida y la naturaleza, con un mundo animal que parece quedar al margen de las circunstancias y recuperar su ritmo natural. En ese sentido, este último punto invita a la reflexión sobre el alivio que supuso para el mundo animal y natural el confinamiento. Por otro lado, el pez nos da una pista de la fecha del acontecimiento situándolo en las primeras décadas del s. XXI.
Al balcón primero-derecha se asoma una chica joven cansada de la situación y el confinamiento; acompañada de su perro parece apreciar su compañía y desear que llegue la hora de sacarlo a pasear, momento que fue en muchos hogares esperado como una tabla de salvación. De forma contraria, en el segundo-izquierda un hombre disfruta el café en su momento de descanso de teletrabajo apreciando el tiempo que puede volver a pasar en casa ante una vida ajetreada; actitud que parece compartir la mujer de la ventana central del segundo, la cual se dedica a cuidar y regar sus plantas –momento y actividad común en el confinamiento-.
Y si el balcón primero-derecha nos mostraba la inocencia y fragilidad de la primera vida, en esta lectura de la obra de derecha a izquierda y de abajo a arriba guiada por la edad y las etapas de la vida; la escena del segundo-derecha plasma la realidad y fragilidad de un matrimonio de ancianos -los más afectados por la pandemia- que observa y se conforma con la situación que les ha tocado vivir en una vida llena de esfuerzo y trabajo, una vida de conformismo que no les sorprende.
Por último, la obra culmina con el homenaje a las víctimas de la Covid-19 que se encierra en la persiana bajada del centro de la obra. Un recuerdo a las casas vacías y persianas bajadas que tristemente ha dejado la pandemia, pero que no olvidamos.
Enhorabuena Rafa González Ruiz por esta obra maestra que aúna simbolismo, comprensión y entendimiento de la naturaleza humana; con esfuerzo y trabajo faraónico, precisión y limpieza en la técnica pictórica.
Así mismo, el Ayuntamiento agradece a la empresa K INMOBILIARIA S.A. la cesión gratuita de los andamios durante los meses de elaboración del mural.